viernes, 15 de agosto de 2014

El Palacio de la Luna

Paul Auster, El Palacio de la Luna, Traducción de Maribel De Juan, Anagrama, 2009

"Fue el verano en que el hombre pisó por primera vez la luna. Yo era muy joven entonces, pero no creía que hubiera futuro. Quería vivir peligrosamente, ir lo más lejos posible y luego ver qué me sucedía cuando llegara allí. Tal y como salieron las cosas, casi no lo consigo. Poco a poco, vi cómo mi dinero iba menguando hasta quedar reducido a cero; perdí el apartamento; acabé viviendo en las calles. De no haber sido por una chica que se llamaba Kitty Wu, probablemente me habría muerto de hambre. La había conocido por casualidad muy poco antes, pero con el tiempo llegué a considerar esa casualidad una forma de predisposición, un modo de salvarme por medio de la mente de otros. Esa fue la primera parte. A partir de entonces me ocurrieron cosas extrañas. Acepté el trabajo que me ofreció el viejo de la silla de ruedas. Descubrí quién era mi padre. Crucé a pie el desierto desde Utah a California. Eso fue hace mucho tiempo, claro, pero recuerdo bien aquellos tiempos, los recuerdo como el principio de mi vida."

Así empieza... lo que poco a poco se convierte en la aventura de descubrir que nada es lo que parece, que todo puede ser diferente y que nunca se ha de dar nada por sentado. Historias que se entrecruzan en la urdimbre de las casualidades y del azar. Historias protagonizadas por personas que huyen y buscan constantemente. Aventuras lunáticas protagonizadas por quienes siempre están en la luna, porque su origen y su destino son lo mismo: la luna.

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