sábado, 22 de noviembre de 2014

La concejala de igualdad

Teresa Domingo Catalá (texto) y Frigault García (ilustraciones), La concejala de igualdad, Prólogo de Prado Esteban, Editorial Potlatch, 2014


La mujeres son hoy en día pastoreadas por las instituciones, por el estado, por los políticos... son protegidas por su propio bien, se dictan leyes especiales para su protección, se establecen cuotas para que puedan participar en el sistema, para hacerlas iguales a los hombres, para incorporarlas, como explotadoras también, al sistema de explotación vigente, para que el patriarcado no sea sólo cosa de hombres...

Teresa Domingo Catalá nos ofrece una visión irónica sobre "la igualdad" en este comic ilustrado por Frigault García y prologado por Prado Esteban

Prólogo 


Todo tiempo de decadencia es proclive a la sátira. Cuando la depravación y la degeneración de las sociedades hacen difícil la crítica por la persecución de todo pensamiento heterodoxo, la burla se convierte en una vía eficaz para sortear la policía ideológica del sistema. La ironía literaria y la caricatura son las armas elegidas por los autores de este trabajo para abordar una de las cuestiones más sangrantes de la sociedad actual, la de las políticas de género y el gran aparato institucional destinado a promoverlas.

Nos enfrentamos a un magno proyecto biopolítico destinado a transformar la sociedad, el sujeto y la vida toda de manera transcendental y definitiva. Las políticas estatales sobre la mujer no son tan novísimas como algunos piensan, fue el franquismo el primer hacedor de un gran aparato institucional destinado a “educar” a las mujeres, gobernar sus vidas e instruirlas en el sexismo androfóbico, el amor al orden y al Estado, el ejercicio de funciones policíacas en la familia y en la comunidad, la persecución de la heterodoxia no solo en lo político sino en el pensamiento, las formas de vida o las prácticas eróticas. La Sección Femenina creó el primer funcionariado dedicado exclusivamente a las políticas de género. 
Resulta curioso a la vez que esclarecedor que el Instituto de la Mujer ocupara, en el año 1983, la misma oficina de la calle Almagro 36 de Madrid que había cobijado a la Sección Femenina hasta poco antes. La estructura y proyecto de este organismo del aparato estatal no se diferenciaba esencialmente de la que sostenía la organización falangista. La "educación", "capacitación" y en su caso "organización" de las mujeres en función de las necesidades del Estado era el objetivo en ambos casos y había continuidad en lo esencial en el programa de una y otra organización aunque se han hinchado las diferencias en el lenguaje. En ambos casos, reflejaban la concreción para este territorio de los dictados de los organismos internacionales.

Lo cierto es que las políticas de género, tanto las del franquismo como las del post-franquismo, han significado la más escandalosa afirmación y reforzamiento del patriarcado. Las mujeres no han de ser pastoreadas ni por "su propio bien" ni "por el bien de la sociedad", han de ser sujeto de su propia vida, sea ésta más o menos afortunada, y no objeto de tutela, protección, privilegio, manejo, manipulación, adoctrinamiento,  uso y abuso por parte de las instituciones.
Es inadmisible la creación de un aparato institucional dedicado a gobernar a las mujeres, lo es también la existencia de cátedras de género pues el género no ha de ser construido en otro lugar que el interior del sujeto y en relación con sus vínculos naturales. Es inaceptable la creación de leyes desiguales para mujeres y hombres como la Ley de Violencia de Género, auténtica ley de excepción destinada a triturar el amor y los vínculos entre las mujeres y los hombres, a perseguir a los varones y promocionar la violencia intersexual. Igualmente se debe deplorar la existencia de "privilegios" (que no son tales pues se dirigen a fomentar aquello que al poder interesa), cuotas que ignoran el mérito y el esfuerzo, prebendas o premios por servir a sus amos y ejercer el mal. 
A comienzos del siglo XXI los estamentos del poder mundial se llenan de féminas en sus más altas jerarquías. Son ya multitud las que dirigen gobiernos, países o emporios económicos gigantes con lo que cada año aumenta la nómina de las mega-ricas y ultra-poderosas. Pero ello no solo no ha hecho el mundo más habitable y humano, al contrario, los más atroces proyectos contra el pueblo y los trabajadores y trabajadoras son acometidos por féminas que se sienten investidas de la potestad de dominar y someter a los de abajo con el argumento de que las mujeres han de tener poder para emanciparse.
Hobbes, Nietzsche y Maquiavelo, los apologetas de la sociedad de la violencia, la autoridad sin límites y el crecimiento infinito del Estado, se han convertido en los santos patrones del grupo de las mujeres del poder, sea éste en la escala de lo grande, lo pequeño o incluso lo ínfimo, creando un colectivo que expande sus feas e impúdicas prácticas por doquier. Así, es cada vez más corriente que jefe de gobierno, ministro, alcalde, concejal, director etc. se pronuncie en femenino, que el patrono sea ella, que el jefe maltratador, acosador o abusador sea jefa y la maltratada otra mujer, que quien golpee en las protestas a varones y féminas indistintamente sea una policía y quien se ponga en primera línea de fuego en las guerras o mande las tropas, sea ella y no él.
La perversidad, la inmoralidad, la corrupción y los crímenes políticos no son patrimonio de los hombres sino de los dominadores que cada vez en mayor número son mujeres, por eso asistimos a la emergencia y ampliación de un colectivo de corruptas, especuladoras, autoritarias y violentas que lo son por su posición social y su decisión voluntaria y que, en relación al número de ellas en cada institución, representan tal vez un porcentaje mayor que el de varones ocupados en tales transgresiones. Nada prueba que haya más humanidad o benevolencia bajo el gobierno de las mujeres lo que se manifiesta en que algunas hayan sido condenadas por genocidio y crímenes contra la humanidad durante el siglo pasado al que algunos han llamado el siglo de las mujeres.
Mientras tanto las mujeres del pueblo carecen por completo de libertad, en primer lugar de la más natural y sagrada, la libertad de conciencia. El adoctrinamiento intensivo a que son sometidas vela la realidad y construye a su alrededor un mundo de sombras y dogmas de carácter religioso que destruyen las cualidades reflexivas de sus seguidoras, impiden comprender el mundo exterior e incluso la propia experiencia, someten al patrón de la corrección política toda práctica o pensamiento con lo que ha desaparecido la autonomía en el acto supremo de ser humanas, el pensar. 
No hay tampoco libertad en la vida. El trabajo a salario, obligatorio para la mayoría, es la cárcel en la que se entrega la mayor parte de las fuerzas y energía de las mujeres. El salariado es una actividad no libre que los pensadores clásicos no distinguían de la esclavitud. La mayor parte de las actividades laborales hoy no solo no enriquecen la vida de quienes las desarrollan sino que son embrutecedoras y denigrantes. En las empresas y fábricas las mujeres que ocupan los escalones más bajos de la jerarquía son constantemente humilladas y abusadas, lo que incluye en muchos casos acoso sexual e incluso violación sin que nadie levante la voz contra ello y tales humillaciones y abusos son cometidos, cada vez más a menudo, por otras mujeres. Pero no solo han de entregar su vida al desarrollo de un capitalismo más depredador sino que están obligadas a considerar que tal estado es su mayor emancipación y una conquista sin precedentes en la historia. 
No son libres las mujeres hoy para ser madres, el capitalismo es incompatible con la natalidad, así ha sido siempre y hoy lo es más que nunca. Cuando la natalidad en nuestro entorno apenas sobrepasa el hijo por mujer se sigue tronando contra la "imposición cultural" de la maternidad. Lo real es que la mayor parte de las mujeres del pueblo encuentran barreras crecientes para tener los hijos que desean y que el aborto empieza a hacerse obligatorio para un gran número de ellas por la presión económica, política e institucional. Se ha creado un discurso agresivo y violento hacia el cuerpo de la mujer y su capacidad de gestar presentándolo como un obstáculo a su libertad.
No son libres las mujeres en casi ningún ámbito de la existencia, las estructuras de vida que imponen el par Estado-capitalismo se han hecho incompatibles con casi todos los vínculos naturales, la vida comunitaria y las relaciones amorosas están en trance de desaparecer,  por lo que todos, ellos y ellas, están abocados a la soledad existencial más devastadora.
No hay libertad en lo erótico, la persecución de los impulsos libidinales que la Sección Femenina hizo en nombre de la única virtud que  salvaguardaba el franquismo, la de la castidad, se hace hoy con el argumento de que las relaciones entre los hombres y las mujeres han sido estructural e históricamente desiguales, los argumentos son distintos pero proponen las mismas soluciones y tienen las mismas consecuencias y el mismo proyecto de fondo, la desaparición del sexo libre entre las mujeres y los hombres. La represión del erotismo heterosexual, del sexo reproductivo y de la erótica de la maternidad y la crianza construye hoy una sociedad más represiva que la victoriana con consecuencias catastróficas en la psique y el cuerpo de las mujeres.
Todo ello se ha hecho en nombre de la "emancipación" femenina y se ha enhebrado en un discurso victimista y resentido sobre la historia de la mujer, un discurso construido en torno a la mentira que ha creado una mitología de la opresión patriarcal que oculta la realidad del patriarcado histórico para imponer un mito religioso sin fundamento verificable. La falsificación de la historia, un hito fundamental en la dominación de las mujeres ha asignado el papel de víctimas a todas las féminas por razón de su sexo y con ello ha impuesto otra obligación espantosa, el deber de hacer del miedo y el odio su forma de ser y estar en el mundo y por lo tanto la necesidad de permanecer siempre en el enfrentamiento y la defensiva primero ante los hombres pero después también ante las mujeres. Lo cierto es que el odio es la forma natural de expresarse el sexismo que es una manifestación de fanatismo. 
Todas estas obligaciones constituyen la forma concreta como se realiza la sumisión de las mujeres en el presente.
El pueblo carece hoy de espacios de libertad sin distinción de sexos, no solo de libertad política sino de libertad civil. Pero hay más, La biopolítica es el último escalón en la destrucción de todo espacio de autonomía porque destruye el reducto más inviolable del albedrío humano, el más interior y que representa el espacio de las libertades naturales, que es la manifestación de sus impulsos más primarios e íntimos, sus vínculos, la realización de sus necesidades corporales y espirituales en el espacio de la vida horizontal y no jerarquizada.
Evidentemente las mujeres no vivimos en un paraíso en las sociedades de la modernidad tardía aunque es previsible que las condiciones que conocerán nuestras hijas serán aún peores.
Es por eso muy importante desenmascarar a esta nueva casta de funcionarios y funcionarias del sexismo político que pretenden arrogarse la representación de las  mujeres a pesar de no haber sido nunca refrendadas por ellas. Su función hoy no es otra que adoctrinar, avasallar y doblegar a las féminas para someterlas a la biopolítica del sistema y por lo tanto destruirlas en tanto que mujeres y personas para convertirlas en siervas del Estado y carne de labor.
Pero curiosamente asistimos estupefactos a los efectos colaterales de las políticas de "promoción" y "privilegio" de las mujeres. La estrategia de cuotas y prebendas por razón de sexo ha generado un efecto no previsto, un número creciente de mujeres que han vivido en los espacios de poder y sus aledaños usando su condición sexual como único argumento para medrar, ocupan cargos y puestos de autoridad, reciben ventajas políticas y sobre todo económicas, sin haber pasado por la criba de la competencia por méritos (sean estos del tipo que sean) y sus capacidades, en ese caldo de ser "niñas mimadas", han menguado sustancialmente.
Sucede que el patriarcado actual ha superado la situación de la inferioridad jurídica de las mujeres porque ha construido la inferioridad real y objetiva de una buena parte de ellas. Seres a los que el sistema y la sociedad ha "reído las gracias" durante demasiado tiempo no podían tener otro itinerario que el entontecimiento y la pérdida de sus mejores cualidades. Así es cada vez más corriente la incompetencia de las féminas de "cuota" y cada vez más la satirización de ese aspecto. Así se hace en esta obra, autentica jocosería, de las desventuras de las funcionarias de cupo.
Mas no debemos quedarnos en la crítica y es necesario que seamos capaces, desde la conciencia de los grandes males del presente, de movilizarnos, no por la emancipación de las mujeres pues todo movimiento corporativo es, por necesidad, no emancipador sino por la regeneración de la sociedad y por un proyecto de ascenso de las cualidades e ideales humanos. Las mujeres deberíamos asirnos fuertemente a nuestros deberes como auténtico camino a la regeneración de la sociedad y la civilización humana. Hablar de la emancipación femenina como un proyecto gremial separado de los actos y procesos de la emancipación humana, entenderlo como una lucha por derechos y gracias otorgados por el poder es una falacia, una auténtica burla a las mujeres que están hoy obligadas a llamar a la opresión libertad. 
Dejar de ser peleles en manos de los poderosos y poderosas del mundo no será tarea fácil. Puesto que nos tocará esforzarnos, sufrir y llorar en la brega por construirnos como sujetos con cualidades para regenerar nuestro mundo, riámonos ahora un poco del  lado cómico del gran desastre con este trabajo que expresa, en su ironía,  la rebelión de muchos sectores del pueblo contra el sexismo político del feminismo de Estado y su decisión de hacer mofa de quienes nos gobiernan como realización de la libertad posible.

Prado Esteban