Un gran número de personas critican el modelo económico de la sociedad en que viven. Diariamente se quejan del sistema capitalista, considerándolo una seria amenaza para la biosfera y las comunidades, como si se tratara de algo externo a sus prácticas o requerimientos.
Sin embargo el capitalismo no subsiste exclusivamente debido al poder y la avaricia de una elite de ambiciosos que exprimen a la humanidad, sino porque es el sistema económico-político que mejor refleja a la mente foránea, la mente centrada en torno al yo, desarraigada del territorio y fragmentada por sus intereses en disputa.
Capitalismo, fascismo y socialismo son tres sistemas sociales exobióticos. Todos ejercen poder sobre la gente, socavan sistemáticamente la Tierra e impiden la existencia de relaciones de comunidad.
En la modalidad de nuestra época, el capitalismo tiende a prevalecer porque es consistente con la “búsqueda de la felicidad”, una de las ilusiones de la mente exobiótica, cuyo presente no la satisface y por tanto sitúa la dicha o la realización en un futuro imaginario más allá del ahora, más allá de la vida o más allá de la Tierra.
Existen espacios íntimos o comunidades de seres queridos en los que no operan las relaciones propias del capitalismo, ya que a partir del corazón se despliegan otros modos de resolución de las necesidades. ¿Por qué no incorporar en esos espacios y sus interacciones las relaciones sociales en que producimos nuestra existencia material?
Las redes terrícolas pueden territorializar otros modos de vida, favoreciendo el desarrollo espontáneo de relaciones de comunidad en las que tod@s ejercen el poder existir.
Territorialidad y comunidades terrícolas
"La revolución terrícola", el último libro de Rodrigo Gaínza, nos lleva a pensar y a dialogar en un espacio revolucionario poco corriente, que va más allá de lo social, político o económico y cuyo eje fundamental es la relación de los seres humanos con la Tierra.
Entrevista con Rodrigo Gaínza
Corazón terrícola